"Carioca" cuenta cuentos por la misma razón por la que el cielo se llena de nubes y la noche come estrellas. Si no existieran los cuentos, “Carioca” se pasaría la vida haciendo pompas de jabón, recogiendo granos de arena perdidos en las aceras y abandonando besos para que alguien los encuentre y los regale. “Carioca” se ha hecho amiga de las palabras y ellas le han contado sus secretos. Pero como los secretos no han nacido para estar guardados, ha juntado montañas de historias, se ha diseñado trajes de colores, y os las va a contar muy bajito. Bajito, porque cuando alguien grita, a la Luna le duele la cabeza. “Carioca” cuenta cuentos para niños y niñas de todas las edades, desde los más pequeños hasta los que ya dejan de ser niños. Se apoya en recursos como marionetas, muñecos y objetos diversos porque así no se siente tan solita y ellos hacen que las historias se llenen de colores. Aunque, eso sí, siempre son espectáculos de cuentos.
Estudié pedagogía, y anduve por ahí ejerciendo mi carrera. Descubrí el poder de la palabra, las caras de los niños iluminadas por una sonrisa, y mudé de oficio: hoy soy cocinera de historias y las aderezo con ilusión y alegría. Llevo mis cuentos a colegios, bibliotecas, plazas y guarderías. Viajo mucho, con maletas cargadas de objetos que se transforman en lo más insospechado, con canciones y retahílas populares, con camisetas de colores que yo misma me diseño. Y, para no añorar otros tiempos, a veces comparto, en cursos aquello que he aprendido; otras me disfrazo de actriz, para no cansarme de ser siempre yo misma; y enseño a montar en zancos a unos cuantos muchachos en una Escuela de Circo. Así, en cuatro palabras, este es el recuento de lo que he sido y de aquello a lo que ahora me dedico.
Para aprender a contar
Érase una vez un grupo de personas que querían contar cuentos. Se acercaron a mí, y me pidieron que les hablara de mi experiencia, de cómo hacía para escoger una u otra historia. Invité a Fernando Saldaña a que me acompañara en este viaje y cargamos las maletas con palabras, libros, gestos, cancioncillas populares y muchos objetos que encontramos en los desvanes y en las tiendas; preparamos un programa y nos lanzamos a la aventura de compartir, aprender y enseñar. Así nacieron algunos de los cursos que hemos impartido en centros de profesores, ayuntamientos, asociaciones culturales, guarderías, bibliotecas, colegios… Pusimos título a lo que hacíamos y nos encontramos con propuestas varias, como estas que te presento:
“El bebé cuenta mucho”. Porque aunque no sepa hablar, sabe escuchar, y le gusta. No todo, sino aquello que le atrae porque es propio de su edad. Jugamos con lo que nosotros contamos, escuchamos lo que otros preparan y presentan, y dejamos que sonrían los niños que todos tenemos dentro.
“El cole cuenta mucho”. Nos pusimos a pensar y llegamos a la conclusión de que el cuento es una herramienta tan necesaria en el colegio como el libro de “mates”, o el de “cono”. Nos paramos a ver qué repertorio debíamos escoger dependiendo de cada edad y cómo podíamos acercarnos a cada niño. Y en cada cuento descubrimos una auténtica lección magistral.
“¿Te cuento una cosa?” Mucha gente se acerca a las historias por el placer de narrar. A ellos les hablamos del gesto y la palabra, de la voz y las pausas, del repertorio y el auditorio… Para que aquello que ya saben hacer (todos nacemos sabiendo contar) llegue un poco más lejos: a los oídos, a la ilusión, al último pedacito del alma.
Hoy seguimos preparando cursos nuevos, porque nos gusta, porque nos ayuda a crecer, porque nos encanta compartir.
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